sábado, 23 de noviembre de 2013

PARANDO EL RELOJ DEL TIEMPO









Hasta que no dispongamos del remedio biomolecular que ralentice o asedie a la muerte celular, cada minuto que pasa , envejeces, y cada día que pasa, mueres un poco más.


Mientras la sociedad busca de forma artificial y artificiosa un elixir de la perenne juventud, al mismo tiempo, no repara ésta que el tiempo es infalible, tanto para opulentos ricachones como a los más desvalidos, y cuando te das cuenta, estás criando malvas, vamos, que la has palmado. Y te vas con lo puesto.


No, efectivamente no podemos detener el tiempo. Tan sólo podemos disfrutar de las cosas pequeñas y pisar el freno, al menos durante un instante.

Quizá baste con una lenta mirada hacia la marchita hoja otoñal que cae irremediablemente haciendo eses desde un árbol, o quizá con un cierre voluntario de ojos para recuperar sensaciones cuando te golpea una brizna de viento húmedo en la cara, o simplemente sea suficiente parar en la acera, para cerciorarnos de que no somos autómatas, sino personas maravillosas con emociones y con ganas de vivir la vida.

Solo podemos parar el tiempo desde un punto de vista cuántico, y hacer que un segundo sea como un minuto, simplificando las cosas, disfrutando de lo esencial, disminuyendo la marcha, mirando a los ojos de un ser querido para decirle lo que le quieres, o quizás disfrutando del plácido paseo de una hormiga que paseaba y campaba a sus anchas por la encimera de tu cocina.


Cierra los ojos y apaga el mundo tecnológico que te inunda, aunque sea por un instante y verás como la aguja del reloj no va tan rápido. Disfruta, pues nunca serás tan joven de lo que eres ahora, nunca tendrás más vida que ahora.


Comuniquémonos pues con lo esencial, con la naturaleza ,con la vida, con nuestros seres queridos, con los amigos.

Quizá sea esto el auténtico elixir de la juventud.