miércoles, 12 de agosto de 2015

DE CORRUPTORES, CORRUPTIBLES E INTERMEDIARIOS




Parece ser que no tenemos arreglo ni solución. No aprendemos. A la más mínima que levantamos cabeza y cuando parece que hemos limpiado un poco nuestra habitación, -que si la Gürtel, caso Bárcenas, Eres, familia Pujol,- irrumpe con fuerza otra nueva trama corrupta de altos vuelos, la denominada “Púnica”, la cual afecta a buena parte de nuestro país con episodios que acontecieron muy recientemente en 2014, como si el asedio de la justicia a la gran corrupción que arrasó nuestro país en la época de la gran burbuja inmobiliaria no fuera suficiente para que estos navegantes amigos del suculento negocio de la corrupción se lo piensen dos veces.

Y es que parece que la corrupción anida en nuestro ADN de “Spanish people”, especialmente en aquellos que atesoran cierto grado de poder y que confunden lo público con el bolsillo particular. Pero a fuerza de ser sinceros, y en lo que se refiere al saqueo del erario público, habría que definir los diferentes perfiles de los corruptos, pues para que el negocio se confabule y se convierta en una fina y engrasada rueda mecánica de hacer billetes grandes, hacen falta, al menos, de tres tipos de personajes, que juntos y en simbiosis, se articulan en una asombrosa máquina de succión recursos públicos. En definitiva hay que cortejar y dejarse cortejar.

De un lado, en todo entramado corrupto se hace imprescindible el “corruptor”. Éstos suelen ser empresarios ambiciosos que organizan el formato, construyen la maquinaria y dan el impulso definitivo. Son arriesgados, tienen el olfato de tiburón con el que huelen a distancia una gran oportunidad para forrarse y hacerse de oro y por supuesto no tienen escrúpulos. Disponen de medios, dinero, cuentan con amigos testaferros, asesores, y saben cómo crear empresas pantalla para ocultar el rastro del dinero. La ambición y la avaricia los definen.

Estos tienen una clara deficiencia, necesitan de contactos y de la información necesaria para poder acercarse a los posibles funcionarios y políticos sobornables y corruptibles de turno a los que ofrecer de forma sutil y enmascarada su parte del pastel en este negocio. De ahí que entre en acción la esencial figura del  “intermediario”. Éste es tan depravado y malicioso como el corruptor, y participa de forma colateral en las bases del negocio. Ofrece experiencia, información privilegiada y perfiles de políticos corruptibles. Son intuitivos, listos, simpáticos y melosos. Acarician tu piel con suavidad y te dan una buena palmadita en la espalda. Te ofrecen seguridad y buenas intenciones. Estos personajes, que disponen de una agenda de contactos que no tiene precio, son los interceptores de la red clientelar y asesoran a los corruptores, organizando reuniones y ofreciendo información personal.

Finalmente, el tercer engranaje necesario en una buena trama la cerraría el político corruptible que sufre de la tentadora oferta del corruptor a través del sutil intermediario. Probablemente el político corruptible no lo fuera tanto en sus inicios, pero tanto tiempo al servicio de lo público por un sueldo que consideran “insuficiente” y la evidencia de una “insatisfacción” y “frustración” permanentes por no haber promocionado en la empresa, o simplemente por no haber acariciado el dinero que otros y en otra época succionaron a destajo, parecen ser motivos alentadores para dejarse querer en el entramado.

No se cansen, parece que siempre habrá villanos-y villanas- que cada día nos saquean, engañan y se aprovechan de nosotros, a poco que se escarbe. Los corruptibles pensarán: “pobres e ignotos ciudadanos, que desconocen lo que nos jugamos todos los días por ellos por cuatro chavos y sin el justo y debido reconocimiento”. 

Por ello, la tolerancia de los ciudadanos hacia la corrupción debería ser cero y nuestra exigencia por una mayor transparencia y una buena gestión de los fondos públicos debería ser extremadamente alta. 

¿Tanto es pedir que sean todos nuestros políticos honestos, responsables y honrados?



lunes, 10 de agosto de 2015

CORAZONES INDIFERENTES



                 Costas de Grecia. Veinte de abril de 2015


Los vemos ya casi a diario en los telediarios y parece ser que nuestra retina se ha  acostumbrado a su presencia. Son personas que saben lo que les espera en su lugar de origen: miseria, opresión y muerte. Por ello deciden emigrar buscando el maná que les dejara el supuesto oasis del edén del primer mundo. Para ello cruzan desiertos, fronteras y hasta medio continente a pie. Sufren abusos, robos y violaciones entre fronteras, pasan sed, hambre, se quedan desnudos y no tienen el aliento salvo del que les acompaña en el viaje, y no siempre. Se juegan la piel y todos los ahorros de una vida para un futuro incierto, que en muchos de los casos, se convierte en sus tumbas. Podría tratarse de la escena de una maltrecha embarcación atiborrada de cientos de subsaharianos, magrebíes o libios, perdida frente a las costas de Lampedusa, Grecia o de personas que se la juegan al cruzar el Eurotúnel o al saltar la valla en Melilla.


          


Pero ya casi nadie repara en sus miradas desalmadas ancladas en el infinito, repletos de tristeza y dolor, y llenos de la desesperación suficiente como para desafiar el destino fatal e inexorable en sus países de origen. Ya son pocos los que hurgan en el pasado de estos seres humanos que han visto y vivido el horror en primera persona. 




Para los medios de comunicación se convierten en un número más, en una estadística más que cubrir, 
y para los Gobiernos y sus líderes, en un problema de invasión de fronteras y vallas o de falta de medios humanos para hacer frente a esta avalancha humana que huye del miedo y el horror desencarnado. Para los que vivimos en nuestra cúpula de cristal, cómodos y apoltronados con el mando a distancia en la mano, una noticia desagradable que dura y molesta a la conciencia lo que tardamos en zapear o en pulsar el botón de apagado.



               Campo de golf en Melilla. Veintidós de octubre de 2014.


A veces me pregunto cuándo se hizo indiferente nuestro corazón frente a este drama humano. Si nos fijáramos un poco en sus ojos, en sus miradas y nos percatáramos por un minuto del auténtico drama humano que asola nuestras orillas, quizá nos demos cuenta que algo no encaja en nuestro mundo globalizado. Algo falla. Al menos nuestras conciencias no estarán tan impasibles cuando cambiemos el canal de televisión. Al menos la mía.





martes, 28 de julio de 2015

EL MILAGRO DE LA CURACIÓN DE LA HEPATITIS C












El pasado día 28 de julio, se celebró el día mundial de la hepatitis, en el que se recuerdó la importancia y la relevancia de los cientos de millones de personas en el mundo afectadas por infecciones agudas o crónicas de los diferentes virus de la hepatitis (A, B, C, D y E) y en el que se hizo hincapié por organismos internacionales como la OMS, en las importantes medidas preventivas y terapéuticas necesarias para disminuir esta pandemia y sus graves repercusiones para la salud mundial. La elección de esta fecha guarda un especial homenaje al Profesor Baruch Samuel Blumberg, premio Nobel de Medicina en 1976,  que nació un 28 de julio de 1925, y al que debemos el honor de ser el científico que identificó el virus de la hepatitis B y el que aplicó la primera vacuna contra este virus.

Esta fecha ha tenido especial eco en los principales medios de comunicación españoles, pues tras sufrir un largo y tedioso periodo de restricciones al acceso de los así llamados antivirales activos directos (AAD) de primera generación, en los últimos tres años,  por problemas estrictamente presupuestarios, y con los que lográbamos no con pocos efectos secundarios, una tasa de curación del 65-75% en el mejor de los casos, hemos pasado de forma súbita en este año de gracia de 2015 a implementar el ambicioso programa nacional estratégico de hepatitis C en todo el territorio nacional, gracias en buena medida, a las protestas de los colectivos de pacientes afectados que escenificaron encierros dentro de importantes hospitales públicos, plataformas ciudadanas que organizaron protestas y manifestaciones en grandes ciudades, y por la presión mediática de medios de comunicación y la ejercida por las principales sociedades científicas y médicas.

Para desarrollar este importante programa, ha sido necesario un histórico acuerdo de financiación entre el Ministerio de Sanidad-con el placet del Ministerio de Hacienda- y las distintas CCAA, en el que se especificaba un techo de gasto de 727 millones de euros para tratar pacientes con hepatitis C, en una primera fase de tres años, y destinados a unos 51.900 pacientes que afectarían fundamentalmente al 50% de la población infectada conocida o consensuada, y que tuvieran al menos un grado de fibrosis o inflamación hepática desde moderada a severa (incluyendo cirrosis hepática), en lo que se ha llegado a denominar como fibrosis grado 2 (F2 o moderada), grado 3 (F3 o significativa) y grado 4 (F4 o cirrosis).

Este plan ha supuesto según fuentes del Ministerio de Sanidad el que unos 18.134 pacientes se hayan beneficiado desde el 1 de abril de 2015 con los nuevos AAD de segunda generación, en los que según la evidencia científica basados en los diferentes ensayos clínicos, más de un 90% alcanzaría la denominada y ansiada tasa de respuesta sostenida o curación para los diferentes tipos de hepatitis C (genotipos 1, 2, 3 y 4), y en los que en  la mayoría de los casos, supondría solo doce semanas de tratamiento, con pautas orales que contienen entre uno y cuatro comprimidos en los mejores escenarios clínicos, y con mínimos o nulos efectos secundarios e interacciones.

Pese a que estamos ante esta gran noticia y con un acceso fácil a la medicación antiviral en las diferentes CCAA, en un programa desde luego pionero e inédito en Europa, no faltan las críticas y las razones de las diferentes plataformas de afectados en las que se reclama un acceso universal a todos los pacientes afectados, incluidos los que tienen una baja inflamación hepática y los pacientes reclusos en centros penitenciarios (en los que la llegada de estas terapias sigue siendo escandalosamente baja), además de hacer una llamada de atención para potenciar otras líneas de lucha frente a la hepatitis C que vienen propuestas en el borrador del plan nacional, y que no han sido implementadas hasta la fecha, como son las que hacen referencia a promocionar estudios epidemiológicos nacionales, o establecer campañas de prevención nacional de esta enfermedad.

No cabe duda por otra parte, que es vital y primordial diseñar campañas de detección precoz en los centros y áreas de salud,  ya que la hepatitis C es una enfermedad silenciosa en la mayoría de los casos y es la principal responsable después de años y décadas de evolución de muerte por cirrosis (30%) y de incidencia de cáncer de hígado (70%) y trasplante hepático (40%), lo que contrasta con el hecho de que solo hemos podido diagnosticar, en base a estimaciones de estudios de seroprevalencia, a un 35% de la población real con infección crónica hepática activa por hepatitis C, la cual, se estima en unas 480.000 personas en España.

Si a esto añadimos el que no disponemos de vacunas efectivas para prevenir la infección por VHC y de campañas informativas efectivas  en materia de prevención e información general a la población general, podemos aseverar que el reto de la erradicación de esta enfermedad queda aún lejano en el horizonte de los países más desarrollados.

Mi opinión personal, es que estamos realmente ante un hito histórico sin precedentes, en el que es la primera vez que disponemos de terapias antivirales altamente efectivas para erradicar una infección viral crónica y que marcará en nuestro país y en los países con recursos de nuestro entorno, un antes y un después en la evolución natural de esta enfermedad.

No obstante, y considerando que una buena parte de los pacientes más graves ya han sido o están siendo tratados en 2015, sería conveniente y deseable el no restringir estas nuevas terapias a la población con mínima fibrosis hepática (F0-F1), ya que existe riesgo epidemiológico de seguir propagando la infección, bien por transmisión sexual a otras parejas sanas o por accidente biológico laboral de forma excepcional. 

Por otra parte, no es del todo infrecuente en la práctica clínica, el que en algunos pacientes se evidencia una rápida progresión de la enfermedad hepática o fibrosis en pocos años, como ocurre en portadores del genotipo 3, o en los pacientes con coinfección con el VIH o en aquellos que consumen alcohol u otras sustancias tóxicas

En definitiva, es mucho lo ganado y en poco tiempo, pero se debe seguir avanzando en términos de prevención, detección precoz y acceso al tratamiento a colectivos menos favorecidos, como son los pacientes reclusos y los que carecen de inflamación hepática importante (F0-F1), pero que siguen soportando el riesgo de la progresión y propagación de esta enfermedad infecciosa viral, así como la carga psicológica de tener una enfermedad y no ser tratada con terapias al alcance, además de una importante y no medible estigmatización social.