sábado, 23 de noviembre de 2013

PARANDO EL RELOJ DEL TIEMPO









Hasta que no dispongamos del remedio biomolecular que ralentice o asedie a la muerte celular, cada minuto que pasa , envejeces, y cada día que pasa, mueres un poco más.


Mientras la sociedad busca de forma artificial y artificiosa un elixir de la perenne juventud, al mismo tiempo, no repara ésta que el tiempo es infalible, tanto para opulentos ricachones como a los más desvalidos, y cuando te das cuenta, estás criando malvas, vamos, que la has palmado. Y te vas con lo puesto.


No, efectivamente no podemos detener el tiempo. Tan sólo podemos disfrutar de las cosas pequeñas y pisar el freno, al menos durante un instante.

Quizá baste con una lenta mirada hacia la marchita hoja otoñal que cae irremediablemente haciendo eses desde un árbol, o quizá con un cierre voluntario de ojos para recuperar sensaciones cuando te golpea una brizna de viento húmedo en la cara, o simplemente sea suficiente parar en la acera, para cerciorarnos de que no somos autómatas, sino personas maravillosas con emociones y con ganas de vivir la vida.

Solo podemos parar el tiempo desde un punto de vista cuántico, y hacer que un segundo sea como un minuto, simplificando las cosas, disfrutando de lo esencial, disminuyendo la marcha, mirando a los ojos de un ser querido para decirle lo que le quieres, o quizás disfrutando del plácido paseo de una hormiga que paseaba y campaba a sus anchas por la encimera de tu cocina.


Cierra los ojos y apaga el mundo tecnológico que te inunda, aunque sea por un instante y verás como la aguja del reloj no va tan rápido. Disfruta, pues nunca serás tan joven de lo que eres ahora, nunca tendrás más vida que ahora.


Comuniquémonos pues con lo esencial, con la naturaleza ,con la vida, con nuestros seres queridos, con los amigos.

Quizá sea esto el auténtico elixir de la juventud.





jueves, 31 de octubre de 2013

DE TONTOS E IMBÉCILES





No hay más tonto que un imbécil. Se lo aseguro. Porque el tonto, a falta de honrosas excepciones, suele ser lo suficientemente cuerdo como para saber que es tonto, o lo que es lo mismo, que asume sus limitaciones severas para ejecutar tareas complejas y por lo general puede y sabe delegar.

Sin embargo el imbécil tiene lo peor de ser tonto y no reconocerlo. Es más, se las ingenia para dar la impresión de qué es un tío resolutivo y capaz , y te das cuenta de que cada vez que toca algo, lo embarra y lo enfurruña todo.

Por norma general, el imbécil es cerril, no se atiene a razones lógicas o coherentes, y con frecuencia se escudará en su puesto o su autoridad para imponer normativas que carecen de sentido, y que van en contra del bien común.

El imbécil es además peligroso, pues no sólo paraliza cualquier obra o proyecto, sino que además le da la vuelta a la tortilla para que lo blanco parezca negro. Y encima se lo cree y te lo quiere vender como sí usted y yo fuéramos un par de gilipollas.

Otras cualidades del imbécil, por llamarlo de alguna manera, es su mala educación, sus malas artes y por lo general su chabacanería y/o chulería.Y lo que es peor, que los imbéciles abundan por doquier en estas latitudes. Ejemplos a usted no le faltarán en su vida. Mire a su alrededor.

Por eso les digo, no gasten excesivas energías en convencer a un imbécil de que cambie de opinión. Es como pedirle peras al olmo. Les sugiero que cambien de acera cuando se crucen por el camino con un imbécil y si no tiene más remedio que toparselo todos los días, por favor no pierda tiempo en pedirle favores para solucionar un problema, pues no olvide, que el imbécil es por encima de todo, un tonto con ganas de hacerle la vida un poco más difícil. Vamos, de joderle por gusto.

Les deseo suerte, y que se tropiecen con el menor número de imbéciles en sus vidas. Comprobarán que el camino a recorrer es menos tortuoso y más llano de lo que usted se imagina.


viernes, 9 de agosto de 2013

AVE, CÉSAR


Aún me acuerdo de las palabras de un importante directivo de una empresa farmacéutica antes de dictaminar si seríamos elegidos o no en un centro de referencia en España para iniciar un ensayo clínico en fase III: «lo tenéis todo, magnífico hospital, magníficas instalaciones, perfil de investigador joven y comprometido, pero…… sois tierra de nadie».

Aquellas palabras me hicieron huella y sinceramente me dolieron. Al menos tuve derecho a réplica para defender nuestros intereses. Me percaté de una realidad y tristemente hay que decirlo así: nuestra Región de Murcia sigue siendo una de las hermanitas pobres de nuestro país. Y si nos referimos  a importantes inversiones en materia de infraestructuras ferroviarias y aeroportuarias y con independencia del gobierno central que esté, observamos como seguimos en el furgón de cola.

No es por echarle leña al fuego, y con todos mis respetos para otras poblaciones como Albacete, Ciudad Real, Toledo o Cuenca, pero claramente se ha diseñado un recorrido radial desde Madrid a importantes poblaciones -y otras no tanto-, con la miopía de haber dejado al margen hasta tiempos mejores y sine die al corredor mediterráneo y buena parte de sus núcleos poblacionales.

Pero volviendo a Murcia, es paradójico encontrar a tan solo 50 Km al noreste a la imponente Alicante con una de los mejores aeropuertos de España y con una conexión reciente a Madrid y futuras a Valencia y Barcelona por AVE. La modernidad parece que se acabó allí. Debajo, Murcia, Almería y Granada, apenas cuentan para los planes estratégicos de la nación. ¡Ohh claro! a Murcia llegará en 2015-con suerte- en una estación que estará en una pedanía a las afueras del casco urbano y por supuesto no soterrada. Por no hablar de Cartagena ni de Lorca, pues ni se les ve ni se les espera, ¿2018, 2020?, quién sabe.  Magnífica vertebración regional, digo yo.

Pero permítanme que discrepe de esa visión tan obtusa y cateta que muestran muchos de nuestros políticos nacionales y regionales.

 La Región de Murcia está en un enclave privilegiado, en el sureste español. Su capital con 445.000 habitantes es la séptima en población en España y junto con Cartagena y sus respectivas áreas metropolitanas y zonas de influencia, casi llegan al millón de habitantes. Los potenciales turísticos tanto residenciales, de sol y playa, cultural-arqueológico, de cruceros, de congresos, e industriales-Valle de Escombreras, sector agro-alimentario-, y portuario, se han desarrollado en poco tiempo y no han sido debidamente expuestos ni conocidos ni vendidos más allá de nuestra Región. Quizás ni siquiera en la mismísima Región.

 ¿Es cuestión de nuestro escaso peso político a nivel nacional, de nuestra frágil identidad regional, o simplemente de nuestro carácter pausado y poco reivindicativo?. ¿O quizás como aquel directivo dijo, «sois tierra de nadie», es decir, ni valencianos ni alicantinos, ni manchegos ni andaluces?, o lo que es lo mismo, ¿tierra de paso?. ¿Tan malo es ser murciano?. ¡Por favor!.

Efectivamente, seguimos siendo una de las regiones menos conocidas y menos valoradas en el contexto nacional, a lo que se añade quizás un cierto componente de baja autoestima. Pero estos criterios, como siempre subjetivos, caen por su propio peso cuando se cotejan los datos objetivos de demografía y de interés comercial y turístico y que no siempre están presentes en poblaciones de comunidades limítrofes que ya disfrutan de la conexión por AVE, y en los que han tenido que disminuir o suspender servicios por falta de rentabilidad.

 ¿Es el AVE tan importante?. La respuesta la podría dar un Tour operador, o un alto ejecutivo de una compañía que quiere implantarse en la Región, o los mismísimos ciudadanos que se mueven por libre albedrío en busca de unas justas vacaciones. La cuestión relevante, pues, es estar o no estar. El AVE es un elemento más de vertebración territorial, de estar conectados a la gran red de transporte nacional y es un factor claramente dinamizador para la economía y para el turismo. Es además, un elemento más de apertura social, y cada vez más, supone un factor clave para poder ser competitivos en todos los frentes económicos.

Señores políticos, pónganse las pilas de verdad y luchen hasta la saciedad por la unión y la vertebración de esta Región que pasa inexorablemente por el AVE . Pero no a cualquier precio,es decir, que venga cuando sea y de la manera que sea. Créanse que no somos tan malos ni tan bajitos y vean de verdad nuestras bondades y nuestras virtudes, vayan al unísono como Región o nos quedaremos rezagados otros treinta años en materia ferroviaria.

 Deseo y espero que no tengamos que gritar todos nosotros y nuestros hijos al cónclave del gobierno de turno lo de «Ave, Caesar, morituri te salutant», como ejemplo de nuestra clásica claudicación política a nivel nacional.





sábado, 3 de agosto de 2013

LA VENTANA DE MI PELUQUERO

Mi humilde homenaje a un gran profesional: Paco Conesa



Quince minutos no dan para mucho, pero lo suficiente. Es el tiempo que transcurre desde que mi peluquero me da una señal meneando la cabeza indicando que el butacón es mío, hasta que acaba mi cabeza moldeada. Es mi turno. De repente se reproduce un ritual, me enchufa el equipo de música, pulsa el botón, elige un cedé y disfruto con clásicos de los 70. Hoy toca Supertramp.

.-¿Te gusta ?

-Ya lo creo.-Le contesto. Enseguida saco una mueca facial de complacencia. Esto si es música pensé. Otras veces ni le contesto cuando me pone música Hip Hop o música Rap made in Madrid o de la madre que la parió. En ese caso me aguanto. Estoy a fin de cuentas en su choza, en su terreno.

Mientras me acomodo, barre los mechones de pelo que el cliente anterior dejó de regalo en el suelo. Y automáticamente lanza la pregunta de siempre.

- ¿Cuánto te corto?

-Pues como siempre Paco, como siempre. Un poco de aquí y un poco de allá. Todo proporcionado, sin grandes flequillos, pero quítame que la otra vez tuve que venir en tres semanas. Enseguida un silencio de décimas de segundo.

El peluquero me coge la onda enseguida y sin parpadear, empiezan las tijeras a ir raudas y veloces, zarpando por mi cabellera, y empieza mi curso de relajación intensivo. Noto como el sillón se empieza a balancear ligeramente, que si cuello para arriba, que si cuello para abajo, gira la cabeza a la derecha, gira a la izquierda.

Noto claramente como Paco empieza a trabajar como una máquina fina y calibrada, al compás de «The Logical song». Está en su salsa. A mi derecha todos los útiles de un barbero que se precie: navaja, brocha, cepillos, peines, secador, espuma, fijador, más tijeras.. Todo limpio. Enfrente un espejo resultón y amplio que te hace un poquito más delgado de lo habitual. A la derecha del espejo, un estante con todo un surtido de after-shaves y lociones. En la repisa, calendarios, sorteos de la ONCE, y una foto promocional de una colonia con la imagen de Torrente. Sí, he dicho Torrente. Y a mi izquierda un colosal ventanal de unos 2 metros de altura y varios metros de ancho que domina toda la fachada lateral del edificio.

Él es del Madrid y yo del Barca. Hablamos lo justito de Cristiano y de Messi y algo de las miserias propias de nuestros equipos pero con cuidado de no dañar la relación peluquero-cliente. La cuestión es no crear tensión gratuita, que uno viene a relajarse.

De repente asalta por la esquina de la ventana una joven de unos veintitantos con los Jeans ajustados y como si fuera una presa fácil de un ave rapaz, el peluquero la desviste con la mirada. Enseguida una madre bien cuidada de unos treinta años, con sus dos hijos de la mano, moviendo las caderas con armonía y feminidad, tallando ella un vestido elegante y de colores vivos. El peluquero empieza a hacer muecas y gestos y emite un ¡joee! y ¡vaya tela!. Y yo no podía hacer nada salvo acompañarle en el sentimiento, pero con decoro, pues la cuchilla estaba al nivel de la patilla, y no era cuestión de desconcentrarlo.

A los pocos minutos, y a la derecha, observamos el dueño de la navaja y yo como los agentes municipales se disponen a poner una multa al coche de una vecina por no dejar suficiente espacio en la entrada de un garaje, y se arma la del cristo cuando la dueña del coche ve el papelito rosa en el parabrisas y rápidamente empieza a jalear como una fiera ante los policías.

Paco asiente y emite su juicio infalible con la mirada.

-Te lo merecías pava, que eres muy chula, siempre haces lo mismo.

El vigilante de la zona azul, entra por la puerta de peluquería, y con ganas de venganza hacia la multada.

-¿Paco has visto a la tipa esta la que monta por la multa?. Se notaba que entre Paco y el hombre del parquímetro había relación de antaño o simplemente de connivencia callejera. Al fin y al cabo hay que llevarse bien entre currantes, y evitar en lo posible daños colaterales innecesarios. Mi peluquero asiente y emite un claro veredicto de culpabilidad hacia la víctima municipal.

-Ya le tocaba.-Exclamó Paco.

Todo empieza a llegar a su fin. Paco acaba la faena conmigo, me pone el espejito pequeño en la nuca para que vea los buenos resultados. Yo asiento con un sí de conformidad, como el que cata un vino tinto en un restaurante, me pasa el cepillo por el cogote y la frente y siento un deseado cosquilleo relajante. De un plumazo me retira el delantal  y vualá….

Me levanto extasiado. Preparo el billete rojo de 10 euros y me devuelve dos. Todo en orden.
.
-Hasta luego Paco. Nos vemos en un mes.

Me contesta con un adiós profesionalizado y en seguida Paco hace otro movimiento con la cabeza. Le tocaba el turno a otro cliente.

Salgo por la puerta y por unos momentos me siento como un hombre nuevo.


Con cariño de Francisco Vera




sábado, 18 de mayo de 2013

JOSÉ, EL FARAÓN Y LAS VACAS FLACAS




                             Serie la Biblia. Putifar y José (Ben Kingsley y Paul Mercurio)



Probablemente, una de las historias de las Sagradas Escrituras que más me han conmovido, emocionado y de la que quizás más haya aprendido es la de José, hijo de Jacob, y ancestro de la casa de David. Probablemente ustedes hayan leído y hasta visto películas sobre la historia de José, pero a lo mejor no han reparado en las analogías que esta historia tiene con nuestras vidas, con nuestra situación actual y nuestra realidad económica actual.

José era el undécimo hijo de Jacob, quién a su vez era hijo de Isaac y éste hijo de Abraham, primer patriarca del pueblo hebreo. Según los historiadores nos estamos remontando al año 1870 antes de Cristo. José era el hijo predilecto de Jacob, y primogénito de su mujer Raquel, la que más amaba de entre sus esposas y con la que tendría un segundo hijo llamado Benjamín. Sus hermanos le tenían envidia, pues además de ser el predilecto de Jacob, con frecuencia relataba sueños en el que el propio José sería entronado y a quién le rendirían pleitesía y vasallaje sus propios hermanos mayores. Llenos de cólera sus hermanos, tramaron matarlo en el desierto cuando tuvieran la oportunidad de llevar el ganado para pastorear. Así fue que estando juntos, lo tiraron a un pozo, pero removidos por la conciencia sus hermanos mayores Rubén y Judá frenaron la ira de sus otros hermanos menores y finalmente decidieron venderlo como esclavo a unos mercenarios que pasaban por el camino.

Al regreso a la aldea, tuvieron que mentir a su padre Jacob, diciendo que José fue devorado por las fieras al perderse por algún camino pedregoso, ofreciendo como prueba el manto que el propio Jacob regaló a José y que mostraron lleno de sangre que realmente era de una res que mataron. El dolor de Jacob fue tan intenso y tan insaciable que los propios hijos tuvieron el peso y el dolor de haber vendido a su hermano menor, de haber ofendido a Dios y de haber ultrajado y quitado a su padre Jacob lo que más amaba.

José fue vendido como esclavo a un afamado administrador del faraón llamado Putifar. Durante varios años se ganó la confianza del bueno de Putifar y debido a sus conocimientos, pues sabía leer y escribir, y sus habilidades para la administración, le dio toda la confianza y la gran responsabilidad de gobernar y administrar su casa durante su ausencia. José siguió fiel a los preceptos que su padre Jacob le enseñó y rezaba diariamente al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Durante esos años, todo lo que tocaba José florecía, las tierras, los beneficios, todo estaba en paz y en orden. Putifar vio en él un hombre fiel, de valores y no interfería en sus más arraigadas creencias, la de creer en un Dios único y misterioso. Le permitía rezar a su Dios, el Dios de Israel, pues sabía que ese Dios beneficiaba a su casa.

Pero todo cambió, pues en ausencia de su amo, la mujer de Putifar encaprichada del fornido y educado José, intentó seducirlo y llevarlo a su lecho. Éste, agarrado a sus más profundas creencias y a la fidelidad que prometió a su amo, rechazó la actitud lujuriosa de ella. La mujer de Putifar, ante el temor de que José pudiera relatar la infidelidad hacia su marido y lleno de cólera y orgullo, denunció públicamente que José intentó abusar de ella. Esto supondría la sentencia de muerte inmediata de José según las leyes de Egipto. Pero Putifar conocía a José y también a su esposa, y sabía que su fiel administrador nunca pecaría ante los ojos de su Dios, el Dios de Israel. Por ello, tomó la sabia decisión de enviarlo a la cárcel, salvaguardando así el honor de su perversa mujer y evitando así una muerte injusta.

Pasaron largos años de esclavitud, torturas y frecuentes vejaciones e insultos hacia José en la cárcel. Pero con el tiempo se hizo de la confianza del capitán de la guardia de la cárcel. Con el buen hacer de José y su arte en la administración, consiguió lo que nunca antes se hizo, esto es, que se mejorase la guarnición de los presos, con el menor coste posible, hizo rico al capitán y al administrador de la cárcel, y nunca antes el costo del mantenimiento de la cárcel fue tan barato para el faraón.

Pasó que ingresaron en la cárcel el copero y el panadero de la corte del faraón por sospecha de que uno de ellos fuera el que hubiera robado una copa de oro del mismísimo faraón. Tanto el copero como el panadero tuvieron sueños misteriosos, y dada la fama acuñada por José de interpretar los sueños, se fueron a él para que les dijera lo que significaban. Para el copero, José le vaticinó que en tres días estaría libre y el faraón le restituiría en su cargo de copero de la corte. Para el panadero, hombre de formas rudas y de carácter hostil, le vaticinó que en tres días sería decapitado y que los pájaros le comerían los ojos.

Todo se cumplió según lo vaticinado por José, pero una vez el copero volvió a su puesto de trabajo, se olvidó de las súplicas de José para que lo sacaran de la cárcel.

Transcurrieron dos años cuando el propio faraón fue constantemente perturbado por sueños que se repitieron en dos ocasiones. En ellos aparecían en la ribera del Nilo siete vacas gordas, preciosas que pastaban en la orilla del río, y tras las cuales, aparecían siete vacas flacas y feas que se tragaban a las vacas gordas, y pese a lo cual, seguían siendo flacas y feas. En el segundo de los sueños, veía como de una caña de trigo salían siete espigas doradas, grandes y hermosas, y detrás de ellas, brotaban siete espigas viejas y secas por el viento del desierto que se tragaban a las espigas gordas.

Ninguno de los adivinos y sabios de Egipto supo interpretar los sueños que inquietaban al faraón. El copero se acordó entonces de José y le dijo al faraón del don de José para interpretar los sueños. Fue éste llamado con urgencia por el faraón a la corte, y cuando le contó sus sueños José contestó: «Dios ha dado a conocer al faraón lo que va a hacer y en realidad se trata de un solo sueño. Las siete vacas y las siete espigas gordas representan siete años de abundancia y las sietes vacas flacas significan otros siete años. Las siete espigas secas y flacas representan siete años de hambre que harán que pasen desapercibidas y olvidadas los siete años de abundancia». Siguió hablando José: «la repetición del sueño dos veces significa que Dios tiene decretado firmemente que esto ocurrirá y en breve tiempo». «Mande a un hombre inteligente y sabio para administrar la riqueza en los años de bonanza, y mande funcionarios para asegurar el acopio y aprovisionamiento de una quinta parte de la cosecha de trigo y de alimentos cada año, para soportar el tiempo de sequía y hambre que asolará la tierra durante los siguiente siete años».

Tal fue el asombro al oír las sabias palabras de José, que el faraón lo nombró gobernador de su casa, le dio su propio anillo y solo habría una autoridad superior a él que sería el propio faraón. Lo llamó Zafnat Paneaj, que significa «Dios habló y él vino a la vida».

De esa manera Egipto superó la hambruna que azotó a esa tierra y a otras tierras cercanas, incluida la de su padre y sus hermanos que habitaban en Canaán.

La historia de José no concluye aquí, pues la lección más emotiva culmina con el reencuentro fortuito con sus hermanos, que fueron enviados por su padre Jacob a Egipto para comprar trigo durante los años de sequía y hambruna. Pudo observar como con el paso del tiempo sus hermanos no le reconocieron al tiempo que recordaba perturbado cómo fue vendido y traicionado por la envidia, y como después de luchas internas en su corazón, finalmente venció el perdón, la misericordia y la generosidad tras someterlos a prueba con la detención del hermano menor Benjamín, que era el más deseado por Jacob, después de José. Pudo comprobar como los corazones de sus hermanos mayores estaban arrepentidos del mal que hicieron con él mismo y que estarían dispuestos a morir solo de ver perder a Benjamín, el hermano menor de los doce, por no herir el alma torturada de su padre Jacob, tras la pérdida de José.

Este hermoso relato del Antiguo Testamento, del Génesis, retrata muchos aspectos humanos, quizás la vida misma entera, con sus vanaglorias y sus miserias, con la humillación y el encumbramiento del hombre, con los pecados del corazón y con el don del perdón y la misericordia.

Pero también podemos rescatar esta historia para aprender, si podemos, de los ciclos económicos que siempre han asolado al mundo, desde que el mundo es mundo. Debemos comprender que existen los ciclos de bonanza, de hermosura, de felicidad y ciclos de tribulación, de necesidad, de hambruna, de injusticia, de pesadumbre.

Pensemos pues que nos ha pasado. Por qué estamos viviendo este ciclo de necesidad, de ajuste, de crisis mantenida. Meditemos en los abusos cometidos, en el desparrame, el descaro, la opulencia, la mala administración, la falta de responsabilidad, la corrupción, el enchufismo, el engaño, la avaricia, la falta de valores y un sinfin de calificativos en los siete años de la burbuja inmobiliaria y del dislate del poder financiero. Pensemos también que estamos en el epicentro de un periodo de sequía y necesidad, y que probablemente nos queden otros tantos años de penumbras, paro, reajuste y miseria. Adivinen ustedes el año en que terminará este ciclo para pasar a uno de meseta o de estabilización.

Aprendamos pues, ya que no hemos tenido la suerte con contar con la sabiduría y la inteligencia de un Zafnat Paneaj en la administración pública, en los poderes que nos gobernaron, en la banca que nos extorsionó, en los políticos de baja alcurnia que nos embaucó.

Quizás como ciudadanos de a pie debamos aprender y recuperar la cultura y la sabiduría que nos legaron nuestros ancestros para prevenir o mitigar al menos estas calamidades.

Por eso cuidado con las épocas de las vacas gordas, ya que detrás podrán surgir las vacas flacas que las devoren. De momento solo nos queda luchar, aguantar y salir de esta sequía con paciencia, con generosidad, con humildad, con coraje. Quién sabe.




sábado, 4 de mayo de 2013

MÉDICOS DE HOJALATA





Es de estas tardes primaverales en las que te apetece pasear y dejarte llevar por el buen ambiente festivo de unas Cruces de Mayo que no parecen entender de crisis ni de depresión moral o laboral. Es de las tardes en las que sonríes y hasta todo parece seguir un equilibrio, un orden y con la mar serena. Una tregua quizás. Al fondo de la calle grupos rocieros bajo el paraguas de una telona de una caseta de un bar de Cartagena bien adornada con los elementos folclóricos típicos de Andalucía y una hermosa Cruz de Mayo envuelta en un mosaico de flores con colores dispuestos de forma nada azarosa y con aires primaverales.

Camino con mi hermano y a los veinte metros me topo con tres antiguos compañeros de mi época de residencia en el Hospital del Rosell, con los que no coincidía en los últimos diez años. Dos de ellos se casaron y se mudaron en 2000 hacia tierras cercanas de Almería-su tierra- una vez finalizados su periplo de formación en Medicina de Familia. El otro, malagueño de origen, seguía trabajando en Cartagena.

Nos saludamos y nos percatamos de que teníamos más arrugas en la frente y en los ojos, y que como malditas huellas infalibles e imborrables, hablaban por si mismas del buen trecho temporal que había trascurrido entre nosotros.

Recordábamos, como no podía ser de otra forma, los buenos tiempos transcurridos en el Rosell, como los viejos camaradas que se apostan en un bareto hablando de batallas sin gloria y de puertos lejanos con numerosos entresijos y aventuras inolvidables. Sonreíamos y rememorábamos al mismo tiempo las miserias del hospital y su familiaridad, y dimos un repaso a los adjuntos de medicina interna e infecciosas con los que rotamos. 

Y nos volvimos a mirar, esta vez para darnos cuenta de que el tiempo había pasado rápido y que cuanto más viejo eres, este alcanza una velocidad de vértigo. Yo entonces era médico residente de tercer año de Medicina Interna y ellos de primer año en Medicina de Familia. Y terminamos juntos nuestra especialidad hacía trece años, como si nada.

-¿Y vosotros que tal por allí, en Almería?-. Les pregunté.

De repente unos segundos de silencio.

-Mal, supongo que te habrás enterado de la precariedad de contratos en Andalucía, y lo del 75% de jornada laboral, es decir, pasar consulta de 9-14.00 horas, de lunes a viernes y por el 75% del sueldo de lo que gana un adjunto con plaza en propiedad.

-Ya me enteré por un compañero de Jaén, vaya movida-, les dije.

-Estuvimos a punto de regresar a Murcia, dado que pensábamos que nos íbamos al paro-. Respondió ella.

El malagueño miró de reojo pero no sorprendido, pues es una noticia extendida lo de los más de seis mil médicos en Andalucía con contratos basura. Y renovando cada pocos meses en el mejor de los casos.

Yo por mi parte rendí cuentas de nuestra frustrante situación en Murcia, en la que por suerte, quizás efímera, no hemos llegado a los niveles de lamentación de Andalucía ni a la decapitación forzosa de cuatrocientos interinos en la vecina Castilla La Mancha, pero sí a la indigente e ilegítima inseguridad laboral de firmitas cada mes, tres y seis meses y al cerco progresivo de esta maldita crisis que acecha sobre el personal sanitario. Y cada vez más.

El malagueño se podía dar con un canto en los dientes pues tenía un papel en casa que atestiguaba que era personal estatutario en «expectativa de destino», tras la chapuza OPE de Medicina de Familia en la Región de Murcia que ha tardado casi cuatro años en resolverse.

-Mientras tanto, sobrevivo en una pedanía en Cartagena con la posibilidad de que la guillotina bien preparada y bien colocada pueda dejar soltar la hoja bien afilada para hacer rodar mi cabeza y me vaya al paro-. Contestó serenamente mi colega de Málaga.

Al poco, decidimos cambiar de tercio, como si nos transportáramos nuevamente a finales de los noventa a través de la maquinita del tiempo y seguíamos hablando de lo «tontarrias» que éramos antes y de las aventuras Rosellianas en las rotaciones y en las guardias de urgencias.

Después y tras suspirar un poco, acabó nuestra breve tertulia con unas miradas cómplices de ver pasar el tiempo y un saludo de despedida con los mejores deseos. Quizá ya no nos veamos, pensé.

En esos momentos caló en mí, durante unos segundos al menos, la sensación de impotencia, de fatiga, de calamidad, de mala suerte, de injusticia, de pérdida de derechos.

Y me dije a mi mismo «he aquí, los médicos de hojalata y de los papeles mojados, y yo atrapado en esta farfulla, como ellos, como muchos miles».

Pero seguí caminando, como si nada. Sonreía. Era primavera. Y la música sevillana se oía por doquier en cada esquina del casco histórico de Cartagena.

Hoy hay Cruces de Mayo y mañana Dios dirá…..

sábado, 9 de febrero de 2013

AQUELLOS HOMBRES QUE NO AMABAN A SUS MUJERES





Pudiera parecer que se trata de otra entrega del famoso best seller de Stieg Larsson, pero no. Se trata de una triste realidad que deja detrás de sí a un gran número de víctimas. Y no me refiero a hombres perseguidos por la justicia por sus villanías, sus maltratos físicos o sus crímenes tan detestables por la sociedad. No. Quisiera dedicar estos renglones a una realidad enmascarada por la hipocresía de una sociedad que encumbra a una serie de hombres de indudable valía profesional pero que en realidad son auténticos destructores de todo aquello que tocan o rodean.

Son hombres que hacen un denodado esfuerzo por aparentar lo que no son. Son hombres que bajo la fachada de su estatus social y profesional, disimulan todo lo que pueden para que nadie intuya que son unos fiascos en aquello que más detestan: amar a sus mujeres.

Esta clase de hombres tienen características comunes, son fríos, despóticos, tienen alergia al roce y no saben lo que es una palabra de cariño, no saben lo que es un abrazo sincero, son incapaces de tener empatía con sus parejas y sus problemas, extrañan a sus hijos y no deja de ser para ellos la familia una coreografía casual y accidental de elementos que adornan sus miserables vidas. Dejan un lastre de víctimas sentimentales a las que han manipulado por puro egoísmo, y no tienen sentimientos de culpabilidad.

Son ásperos, dejan escasas muecas de alegría ante los pequeños logros de sus parejas o sus hijos, no saben lo que es estar al lado de los suyos en los momentos difíciles.

Esta casta de miserables se escuda en el trabajo, en las largas e interminables reuniones de trabajo con tal de evitar regresar al hogar y abrazar a sus mujeres. No han ido nunca al colegio para ver crecer a sus niños, no les han leído un cuento, no se han sentado nunca en un pupitre para ayudar a resolver sus dudas.

Pero por encima de todo son unos cobardes. Nunca quisieron ni amaron, ni nunca tuvieron el valor de sincerarse a sus mujeres para aclararles que son unos autómatas sin sentimientos. Esta clase de personajes nunca debieron casarse ni juntarse con sus compañeras de viajes. Son mentirosos, rácanos y altivos. Engañan y esconden sus más terribles miserias. Son auténticos torturadores, pues sacan a relucir los defectos de sus parejas para aplastarlas cada día más. Sus inquinas van cobrando cuerpo con el tiempo y cuando ellas se han dado cuenta, se sienten amordazadas, desencajadas, paralizadas y muchas veces atemorizadas.

Lo peor de todo son las graves consecuencias, sus víctimas, que se convierten en rehenes de un amor comprado, de una mentira encubierta durante años, y dueñas de una familia rota con fracturas de difícil recomposición.

Estos torturadores y maltratadores del amor fraternal y familiar se van casi siempre inmáculos y están preparados para seguir con sus fechorías, aunque ellos a veces no sean conscientes de ello.

Permítanme homenajear a esas mujeres que han logrado salir del falso mundo en el que estuvieron retenidas durante largo tiempo para poder encauzar con dignidad sus vidas con la ayuda de sus seres queridos.

 Porque ellas sí son valientes, aunque no se lo crean del todo, y son más fuertes de lo que piensan, pues han sido sometidas a la prueba más dura, que sin duda alguna ha sido la de convivir con alguien que no te ha querido nunca y al mismo tiempo tener entereza y dignidad para poder salir de ese enfermizo círculo destructivo.




sábado, 2 de febrero de 2013

CUANDO SE PIERDE LA «LEGITIMIDAD»




Todos nosotros en nuestras vidas nos hemos tropezado con la frustración de sentirnos desengañados, sobre todo cuando habíamos depositado nuestra confianza ciega y fiel en un amigo, en un familiar, en un compañero de trabajo o en un gobernante del que nos llamó la atención el aura de competencia y de valores existenciales que los acompañaban.

 Y qué difícil es en la práctica cotidiana restablecer esa confianza pérdida y esa credibilidad truncada por aspectos inéditos que no esperábamos en ellos cuando se abrió el contenedor de la basura.

Tanto usted como yo, estamos siendo testigos del curso de nuestra crisis, la española, que no es solo debida a un problema de deuda económica pública y privada y un montón de miles de millones de euros malversados y dilapidados por sinvergüenzas, ineptos e incompetentes, sino además, es atribuible a un conjunto de pérdida gradual de valores esenciales que en el transcurso de varios años y décadas han propiciado la corruptela bananera y de baja alcurnia, la cual, ha degenerado en una corrupción de gran escala que ha salpicado a todos los estamentos del Estado y de la gestión privada de grandes empresas con claros intereses espurios y en connivencia con las autoridades de las administraciones estatales para sacar rédito o beneficio.

¿Y qué hay de la legalidad?. Por supuesto es necesario implorar a la legalidad y su cumplimiento para tener unas reglas de juego que imponga el espíritu de orden, y veracidad. El mismísimo Platón decía: "..donde la ley está sometida a los gobernantes y privada de autoridad, veo cercana la ruina de la ciudad; donde, por el contrario, la ley es señora de los gobernantes, y los gobernantes sus esclavos, veo la salvación de la ciudad y la acumulación en ella de todos los bienes que los dioses acostumbran dar a las ciudades".

Pero no basta con escudarse y ampararse en la «legalidad» de los delitos que prescriben o del principio de inocencia de presuntos corruptos o de utilizar parapetos y piruetas legalistas para sortear un sinfín de evidencias de corrupción parapetadas en una falta de transparencia insultante, propia de una oligarquía de poder empecinada en taparse unos a otros los trapos sucios, para asegurarse a perpetuidad, prebendas y privilegios injustificables e inmorales para con la ciudadanía, esto es, jubilaciones millonarias blindadas, sueldos, sobresueldos, dietas injustificadas, privilegios en las cotizaciones a la seguridad social y un largo etc, que antes o después produce un hedor tan insoportable que agrietan y corroen esos pilares fundamentales de nuestro Estado.

No, no basta con ostentar un cuerpo de legalidad debido a la existencia de una práctica continua de una política torticera que es capaz de degradar la ley y convertirla en detritos.

¿Entonces de que carecemos?, pues muy sencillo, de Legitimidad de nuestros líderes, nuestros jefes o responsables más directos en una empresa u organización. Esto en política conlleva consecuencias más graves y perniciosas para el ciudadano. Las sociedades que avanzan y prosperan se apoyan en la «legitimidad» del que tiene la capacidad de gobernar con buen uso y generar sentimientos de identificación y de representación ciudadana. Así, si colocamos a un inepto o a un corrupto para gobernarnos, solo conseguiremos dos cosas, generar más corruptos para mantener el poder y una maquinaria espesa que impide el crecimiento, la participación y la prosperidad del colectivo ciudadano al que se suponen representa.

Verá usted que la legitimidad no solo se ampara en la legalidad. Su significado desde un punto de vista más sociológico y subjetivo requiere de la validez contrastada del gobernante o del líder que desde «abajo» se ha ganado la confianza para ejercer y aplicar la ley.

La legitimidad por tanto no se hereda ni se nace con ella. Se gana, se percibe y se sustenta en el ejemplo, la disciplina, el trabajo y las cualidades innatas y adquiridas del ejercitante del poder. Genera la legitimidad confianza entre el gobernante o el «Jefe» y sus ciudadanos o súbditos en base a los atributos que el legitimado tiene y que no son discutidos, pues tiene, ostenta y goza de autoridad legal y moral.

Cuando nosotros retiramos gradualmente la confianza a un jefe o a un líder, por mala praxis continuada, por el mal uso o abuso del poder, por el descrédito de la corruptela pausada y perseverante, o simplemente por su incompetencia, se produce la pérdida de la legitimidad, o lo que es lo mismo, el pacto necesario entre gobernante y gobernados o del jefe con sus súbditos, lo que lleva a la caída progresiva del sistema, o en el caso de una empresa, a la apatía, insurrección, o simplemente pasividad y desmotivación.

Necesitamos pues, de hombres ejemplares que amparados en la legalidad luzcan su legitimidad, su ejemplaridad y su arraigo a los valores más nobles y altruistas. Estamos a tiempo. No perdamos la esperanza. No sucumbamos a esta caída del sistema, sino todo lo contrario, sirva esta crisis moral de ejemplo de lo que no anhelamos para que nuestros hijos y las futuras generaciones tengan un futuro más prometedor.

Tengamos pues, tolerancia cero con los ineptos, los corruptos y los deslegitimados por su conducta.