|
Los Ángeles, 2019 |
El mundo es hoy más oscuro y gris
que hace treinta y cuatro años. Es cierto que aún no podemos dar respuesta a la
pregunta de si los androides sueñan o no con ovejas eléctricas como postulaba el
gran autor americano Phillip K. Dick, pero poco tiempo nos falta para ello. Pero
lo que sí podemos aventurar es que buena parte de los supuestos que se presentan
en la obra cinematográfica de ciencia ficción "Blade Runner", considerada como de culto del ya casi octogenario cineasta Ridley Scott, se han cumplido a fecha de hoy.
|
Rick Deckard, policía Blade Runner |
En este film en el que un
trepidante y atormentado expolicía caza androides o pellejudos, perteneciente a
las famosas brigadas de
Blade runners,
y un androide o replicante de la brillante generación Nexus-6, como Roy Batty, creado
en las mismas entrañas de la inalcanzable e inexpugnable Tyrell Corporation un 8 de enero de 2016
como esclavo soldado de combate destinado a la colonización sideral, y cuyos
papeles fueron interpretados de forma magistral por Harrison Ford y Rutger
Hauer respectivamente, hacen eclosión en un mundo distópico contaminado, sin
ozono y sin luz, lleno de enfermedad, desesperanza, ruido y soledad al mismo tiempo, en una megametrópoli
como Los Ángeles de 2019, en el que millones de personas sobreviven, se apostan en las calles y
se mezclan en medio de un caótico y estruendoso centro urbano cosmopolita que
está atrincherado y plagado de grandes paneles luminosos de multinacionales o
de comercios con carteles de neón que se publicitan en chino o koreano.
|
Diseño del Set de una calle futurista de Los Ángeles en Blade Runner (1982) |
|
Pekín |
Hoy en día, asistimos a la triste
realidad de grandes capitales, como Pekín, en los que para caminar es necesario
una mascarilla para filtrar las partículas de polvo de la contaminación
provocada por gases de nitrógeno o de dióxido de carbono producidos por los
combustibles fósiles, o de como el cambio climático y el calentamiento global del
planeta por la emisión de gases con efecto invernadero es un hecho tangible y evidente por
todos. El deshielo progresivo de los polos, la desaparición de icebergs, y el
adelgazamiento de la capa de ozono son preocupantes.
Por otro lado somos testigos de
los grandes e increíbles avances en inteligencia artificial, nanotecnología,
ingeniería genética recombinante para resolver enfermedades genéticas
hereditarias, infecciones virales adquiridas o cáncer, así como los nuevos hitos en aeronáutica
que nos acercarán en breve a la Luna y Marte o nos permitirán viajes espaciales
alrededor de nuestro planeta. Los coches
podrán en breve dirigirnos al destino fijado en piloto automático e incluso volar, y los terminales telefónicos ya son auténticas computadoras móviles con los que
podemos hacer prácticamente todo.
|
James Hong, interpretando a un ingeniero genético de ojos (Blade Runner, 1982) |
Todos estos adelantos
tecnológicos han sido tan increíbles como no pocas veces oscuros y miserables
las intenciones de grandes multinacionales y de gobiernos por mantenernos bajo
control y vigilancia en un mar de felicidad digital. Hoy más que nunca
navegamos por la Red cada vez más solos y perdidos, soñando con escapar a
alguna colonia sideral, aunque sea a través de una pantalla tridimensional, un
videojuego o una tableta. Hoy en día se vive con menos espacio y sin ventanucos
por los que atisbar un rayo de sol en medio de sórdidos vapores ambientales que
nos impiden la visión y la respiración.
¿Qué fue de la meditación, de la lectura no digital, del contar cuentos, del paseo por parajes naturales, del diálogo entre amigos,
hermanos e hijos, de la familia, de los valores, en definitiva, lo que nos hace
sana y genuinamente humanos?
|
Roy Batty, replicante Nexus-6 |
Sí, he visto cosas que no
creeríais, como diría el replicante Nexus 6, pero sería necesario el plantear si muchas
de estas innovaciones que para algunos constituyen auténticas deidades icónicas
tecnológicas que nos aportan rapidez, comodidad y conexión con el “matrix
digital” nos aporta autentica liberación o una lenta e inexorable esclavitud.
Como diría el pellejudo Roy Batty,
“es hora de morir”, sobre todo para los
que nunca pudieron abandonar aquel romántico mundo analógico.