sábado, 16 de agosto de 2014

ESCLAVO POR TU AMISTAD








No recuerdo bien cuando nos conocimos por primera vez, ni quién fue quién nos presentó. Probablemente tuviera quince o dieciséis años. Al principio no hicimos buenas migas, pero ya entrada en mayoría de edad, entre guasas y tonterías adquirimos confianza el uno con el otro y sin darnos cuentas nos hicimos uña y carne. Todo el mundo nos miraba y en cierta medida nos tenían envidia, pues juntos ligábamos el doble, y casi no necesitábamos a nadie. Después llegó la Universidad y aunque pensabas que podía romperse nuestra relación, está se afianzó aún más pues ¿quién era capaz de prescindir de ti en los momentos más estresantes, en el que nadie mejor que tú era capaz de comprender mis angustias y mis soledades?

Después terminó mi carrera. Me cambié de ciudad, hacía mis primeros pinitos profesionales, y aunque sé que estabas celoso por si te dejaba, yo no hacía más que llamarte desconsoladamente y tú siempre aparecías como por arte de magia. Nunca me abandonaste a mi suerte. Con el tiempo y los años, nuestra relación maduró, ya no hubo charlas ni pensamientos placenteros, sino dependencias absurdas de una amistad que se forjó de cuando éramos unos niños. Te pusiste realmente nervioso cuando encontré mi amor verdadero, mi pareja, con la que construí una familia y pensaste otra vez que ya no volveríamos a vernos. Sin embargo mi dependencia hacia ti era mayor de lo que pensaba, pese a que ya nuestra relación atravesaba una etapa más aburrida, menos desafiante y más materialista.

Cuando me sentí hastiada de ti, quise dejarte, pero fue cuando por primera vez me amenazaste. Me dijiste que sin ti no era capaz de vivir, ni ser feliz, ni ser la misma persona. No parabas de decirme que sufriría y que no encontraría nada mejor que tu compañía. Supe entonces que nuestra relación de supuesta amistad se había convertido en una convivencia amenazante basada en el vasallaje y en el chantaje emocional. Fue en ese preciso momento cuando pude ver el verdadero rostro amargo de tu cara, que en antaño me parecía amistosa y en mi interior comprobé que tú me convertiste en una persona débil e insegura, pues no me atrevía a abandonarte por miedo y desesperación.

Pasaron años, y salvos momentos puntuales de confort y placer, solo me diste disgustos, esclavitud, inseguridad y hastío y generaste mal ambiente en nuestra casa y en nuestra familia. Pasaron más años y por aquel entonces ya tenía hijos mayores que siempre criticaban nuestra relación que siempre sobrepasaba el absurdo. Ellos me dieron la voz de alarma cuando notaban en mi cuerpo signos tangibles de cansancio y debilidad. Un día mi hijo se alarmó cuando me vio tendida en la cama, sin signos aparentes de vitalidad, con los ojos abiertos, la cara abotargada y las manos azuladas y pensé por segundos que la vida abandonaba mi cuerpo. Me llevaron al hospital y me diagnosticaron una severa enfermedad pulmonar, que precisaría para el resto de mis días de oxigenoterapia en el domicilio.

Fue entonces, cuando rendí cuentas a la vida por dejar que tu compañía se adueñara de mi voluntad y dominara por siempre el fin último de mis actos. El peaje que pagué por tu compañía fue muy caro y a cambio de burdas mentiras.

Por eso y desde ahora te digo, Don Tabaco, que abandones mi vida, pues mal me has hecho y me dejé engañar y embaucar por ti. Nunca más sufriré por tus amenazas fraguadas en el miedo y en la oferta de un placer adictivo e inoperante, pues ya te llevaste mi salud y mi dinero. ¿Qué más quieres de mi villano?

¡Sal de mi vida ya!


martes, 5 de agosto de 2014

PON UN "WASAP" EN TU VIDA






¿No me digan que no han caído en las tendenciosas redes del wasap?. No saben lo que se pierden, o sí. Hasta hace dos años y medio desconocía personalmente lo que era o significaba un wasap, o lo que me iba a afectar en la vida cotidiana. Pasado un tiempo, he de reconocer que ha conseguido moldear mi forma de interactuar y estaría diciendo una falacia si dijera lo contrario.

Quién augurara que el lenguaje escrito tenía las horas contadas con el advenimiento de las sofisticadas redes de telefonía móvil 4G con increíbles vídeo-conferencias en color y en alta definición iría un poco desencaminado. Si usted se para a pensar se dará cuenta que casi todo el mundo de su alrededor wasapea y ya casi nadie le llama por teléfono. Yo ya ni miro cuantos minutos consumo de teléfono, pues tiempo hace que mi compañía me puso tarifa plana con llamadas ilimitadas. Algo se estaba cociendo con esa forma peculiar de intercomunicación – el wasapeo-, en el que uno o cincuenta personas a la vez, wasapean bien de forma informal, de forma oficial, o de ambas maneras. En breve, así lo  creo, diré adiós al SMS.




Fíjense en las ventajas del wasapeo, es económico, solo necesitas un Smartphone con la necesaria aplicación, puedes hablar gratis en los cinco continentes, lo utilizamos si no nos parece prudente abusar de la confianza del bis a bis telefónico y en horarios intempestivos, nos permite enviar un link tendencioso, informativo o una foto imprudente, podemos hacer campaña informativa, podemos burlarnos de alguien, podemos hacer estrategias de grupo en medio del vórtice de un huracán laboral, te pones al día de cualquier cotilleo o marujeo, y tienes localizado, en su caso, a cualquier amigo o compañero de profesión, aunque distes de él grandes y descomunales distancias.  

Pero no todo es oro lo que reluce, sobre todo cuando se reanuda el –para mi casi estridente- típico ruidito “pliinnn”, y dejas lo que tienes entre manos y te pones a hurgar en tu teléfono para ver qué demonios me estoy perdiendo. Cuando han pasado varias semanas y meses, empiezan a crearse espontáneamente decenas de grupos wasap en el que apareces tú, bien de trabajo, de amigos, grupos marujas, agrupaciones de viejos camaradas de promoción del colegio o de la Universidad, y uno observa que lleva soportando al menos un centenar de wasaps a lo largo del día y que provocan que instintivamente realices constantes giros de cuello fortuitos, movimientos digitales con la mano, y así, una y otra vez, hasta que te das cuenta de que te has hecho un ser dependiente y ciberadicto a la red social del que creó el wasapeo, y por tal motivo, te sientes en constante tensión, nervioso, compulsivo, maniático y quizás algo esquizoide, por no hablar de hábitos que no hacen más que enturbiar y entorpecer otros quehaceres diarios, que a la postre, son más saludables.


Pero fastidiar, lo que se dice fastidiar, ya no es la contractura cervical, el vértigo y la cefalea de estos movimientos estereotipados de la cabeza o de la manita protagonista, sino el hecho de que te levantas por la mañana, y de repente, apareces en un nuevo grupo, del que nadie te ha pedido permiso, con el nombre de "quedadita para la comida" o "cumpleaños de los niños de la clase de 3º D o "médicos del mundo". La madre que los parió. Entonces y ante esta amenaza tienes dos alternativas, la políticamente correcta, esto es, silenciar el grupo y esperar a que ocurra el evento -si es que lo hay- para después darte de baja sin mayores consecuencias, o ir de frente con mala leche, darte literalmente de baja en el grupo, como el que se va de la casa dando un buen portazo y como una manera activa de protesta ante la irrupción de un grupo acústico molesto que quiere irrumpir en tu vida.

Sí, del wasapeo se esperan muchas cosas más, esto solo acaba de empezar. Veremos en un futuro no muy lejano a algunas compañías telefónicas -las más pequeñas- que harán un ERE por la falta de uso de la línea inalámbrica, asistiremos a denuncias y a juicios por desatender un wasap importante que acabó con la vida de un sujeto, juicios por acoso laboral y sexual a través del wasapeo impertinente, o contenciosos por daños y perjuicios económicos cuando se dejó de atender una operación bursátil a través de este tipo de mensajería. Y esto no es ciencia ficción.

Viviremos también, regulaciones del wasapeo en la empresa -no vaya a ser que se nos despisten los sujetos y las sujetas-, su prohibición en un acto litúrgico, su uso en el coche por potenciales distracciones mortales y un sinfín de medidas destinadas a fiscalizar el uso "indebido" del wasap.

Por tanto, no lo dude, si quiere que su mundo cambie de la noche a la mañana, ponga por favor un wasap en su vida. Y si no, siga con su teléfono de toda la vida. 


Para su información: "Wasapear" es un neologismo derivado de la red social WhatsApp, y aún no está aceptado como término de la Real Academia española. No obstante, algunas instituciones ya defienden el buen uso del castellano y nos indican que el sustantivo wasap (mensaje gratuito enviado por la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp), así como su verbo derivado wasapear (intercambiar mensajes por WhatApp), son adaptaciones adecuadas al español, de acuerdo con los criterios de la Ortografía de la lengua española. Las adaptaciones admisibles como guasap, plural guasaps, y el verbo guasapear, al perderse la referencia a la marca original y percibirse como términos más coloquiales, son menos preferibles que las formas con w.