Lo bueno, si algo tiene, de
tener una crisis generalizada en los diferentes ámbitos de nuestro
país-económicos, morales y políticos- es la de poder poner sobre la mesa las
cartas y descubrir las miserias y disfunciones de estos mentores que llamamos
gestores que nos han llevado a la auténtica ruina nacional.
Es entonces, -ante la preocupante
progresión de la precariedad económica, el paro y la hambruna que asedian a nuestra sociedad- cuando
descubrimos que un montón de oportunistas-políticos y banqueros en la cabecilla
del muestrario - se cubrieron de gloria y se fueron de rositas bajo el manto de
la corruptela o de la inmoralidad sujeta a ley, dícese de jubilaciones
millonarias con contrato blindado o de prebendas de los que gozan los políticos
sobre el resto de los mortales.
Muchos de ellos además disfrutan de amplias
dietas por viajes o pernoctaciones por residir fuera de Madrid-algunos de ellos
y no pocos con residencia en la capital
del Reino- o participan de sobresueldos por participar en comisiones
parlamentarias o acudir a plenos. A poco que abran la boca un poco o asistan a
un pleno, pues eso, a cobrar más.
Pero lo que más me indigna
es observar que muchos de nuestros representantes no tienen ni siquiera la cualificación
o excelencia profesional que se les debe exigir para los respetables puestos.
Se suponía que nos dirigían los mejores. No digamos si hablamos de un sin fin
de concejales que apenas tienen el bachiller y que caminan los chicos altivos
con traje y corbata, como si las vida les fuera en ello.
Como votante, considero que
mi voto tiene un precio y me atizan continuamente muchas preguntas. ¿Por qué
con mis impuestos se subvencionan los partidos políticos y no se los sufragan
en su totalidad sus señorías y sus militantes que con fervor están deseando
tener un puestecito en ese butacón sin tener que pasar por el rigor de un
examen o una oposición? ¿Por qué tengo que ayudar a sufragar a miles de
recomendados de entes y empresas públicas creados a imagen y semejanza de los
amigos y familiares de sus señorías?. ¿Por qué tenemos que pagar a las Pajines,
Cospedales y sucedáneos sus dobles y triples sueldos, privilegios incluidos?.
¿Por qué tengo que ayudar a mantener el sueldo de los delegados y responsables
de las centrales sindicales?. ¿Por qué contribuyo a pagar las mariscadas y los
viajes de lujo de los magistrados de los Consejos Generales del Poder Judicial
o del Tribunal Constitucional? ¿Por qué coño tengo que sufragarles a sus
señorías el Iphone y el Ipad 2?
Exijo una explicación.
Lo
que si es seguro es que con la que está cayendo, muchos de nuestros dirigentes
no tienen legitimidad moral para exigirnos más sacrificios sin signos claros y
radicales de ejemplaridad. Tiene alternativas. Suspendan subvenciones,
compatibilidades indecorosas, exijan más a los que quieran representarnos.
Suspendan puestos de confianza o de libre asignación, inviertan más en Educación,
Sanidad y en I+D y déjense de “mamandurrias y gilipolleces”.
No
me extraña que la “clase política” se haya convertido en la tercera
preocupación de los españoles, según el CIS.