martes, 28 de julio de 2015

EL MILAGRO DE LA CURACIÓN DE LA HEPATITIS C












El pasado día 28 de julio, se celebró el día mundial de la hepatitis, en el que se recuerdó la importancia y la relevancia de los cientos de millones de personas en el mundo afectadas por infecciones agudas o crónicas de los diferentes virus de la hepatitis (A, B, C, D y E) y en el que se hizo hincapié por organismos internacionales como la OMS, en las importantes medidas preventivas y terapéuticas necesarias para disminuir esta pandemia y sus graves repercusiones para la salud mundial. La elección de esta fecha guarda un especial homenaje al Profesor Baruch Samuel Blumberg, premio Nobel de Medicina en 1976,  que nació un 28 de julio de 1925, y al que debemos el honor de ser el científico que identificó el virus de la hepatitis B y el que aplicó la primera vacuna contra este virus.

Esta fecha ha tenido especial eco en los principales medios de comunicación españoles, pues tras sufrir un largo y tedioso periodo de restricciones al acceso de los así llamados antivirales activos directos (AAD) de primera generación, en los últimos tres años,  por problemas estrictamente presupuestarios, y con los que lográbamos no con pocos efectos secundarios, una tasa de curación del 65-75% en el mejor de los casos, hemos pasado de forma súbita en este año de gracia de 2015 a implementar el ambicioso programa nacional estratégico de hepatitis C en todo el territorio nacional, gracias en buena medida, a las protestas de los colectivos de pacientes afectados que escenificaron encierros dentro de importantes hospitales públicos, plataformas ciudadanas que organizaron protestas y manifestaciones en grandes ciudades, y por la presión mediática de medios de comunicación y la ejercida por las principales sociedades científicas y médicas.

Para desarrollar este importante programa, ha sido necesario un histórico acuerdo de financiación entre el Ministerio de Sanidad-con el placet del Ministerio de Hacienda- y las distintas CCAA, en el que se especificaba un techo de gasto de 727 millones de euros para tratar pacientes con hepatitis C, en una primera fase de tres años, y destinados a unos 51.900 pacientes que afectarían fundamentalmente al 50% de la población infectada conocida o consensuada, y que tuvieran al menos un grado de fibrosis o inflamación hepática desde moderada a severa (incluyendo cirrosis hepática), en lo que se ha llegado a denominar como fibrosis grado 2 (F2 o moderada), grado 3 (F3 o significativa) y grado 4 (F4 o cirrosis).

Este plan ha supuesto según fuentes del Ministerio de Sanidad el que unos 18.134 pacientes se hayan beneficiado desde el 1 de abril de 2015 con los nuevos AAD de segunda generación, en los que según la evidencia científica basados en los diferentes ensayos clínicos, más de un 90% alcanzaría la denominada y ansiada tasa de respuesta sostenida o curación para los diferentes tipos de hepatitis C (genotipos 1, 2, 3 y 4), y en los que en  la mayoría de los casos, supondría solo doce semanas de tratamiento, con pautas orales que contienen entre uno y cuatro comprimidos en los mejores escenarios clínicos, y con mínimos o nulos efectos secundarios e interacciones.

Pese a que estamos ante esta gran noticia y con un acceso fácil a la medicación antiviral en las diferentes CCAA, en un programa desde luego pionero e inédito en Europa, no faltan las críticas y las razones de las diferentes plataformas de afectados en las que se reclama un acceso universal a todos los pacientes afectados, incluidos los que tienen una baja inflamación hepática y los pacientes reclusos en centros penitenciarios (en los que la llegada de estas terapias sigue siendo escandalosamente baja), además de hacer una llamada de atención para potenciar otras líneas de lucha frente a la hepatitis C que vienen propuestas en el borrador del plan nacional, y que no han sido implementadas hasta la fecha, como son las que hacen referencia a promocionar estudios epidemiológicos nacionales, o establecer campañas de prevención nacional de esta enfermedad.

No cabe duda por otra parte, que es vital y primordial diseñar campañas de detección precoz en los centros y áreas de salud,  ya que la hepatitis C es una enfermedad silenciosa en la mayoría de los casos y es la principal responsable después de años y décadas de evolución de muerte por cirrosis (30%) y de incidencia de cáncer de hígado (70%) y trasplante hepático (40%), lo que contrasta con el hecho de que solo hemos podido diagnosticar, en base a estimaciones de estudios de seroprevalencia, a un 35% de la población real con infección crónica hepática activa por hepatitis C, la cual, se estima en unas 480.000 personas en España.

Si a esto añadimos el que no disponemos de vacunas efectivas para prevenir la infección por VHC y de campañas informativas efectivas  en materia de prevención e información general a la población general, podemos aseverar que el reto de la erradicación de esta enfermedad queda aún lejano en el horizonte de los países más desarrollados.

Mi opinión personal, es que estamos realmente ante un hito histórico sin precedentes, en el que es la primera vez que disponemos de terapias antivirales altamente efectivas para erradicar una infección viral crónica y que marcará en nuestro país y en los países con recursos de nuestro entorno, un antes y un después en la evolución natural de esta enfermedad.

No obstante, y considerando que una buena parte de los pacientes más graves ya han sido o están siendo tratados en 2015, sería conveniente y deseable el no restringir estas nuevas terapias a la población con mínima fibrosis hepática (F0-F1), ya que existe riesgo epidemiológico de seguir propagando la infección, bien por transmisión sexual a otras parejas sanas o por accidente biológico laboral de forma excepcional. 

Por otra parte, no es del todo infrecuente en la práctica clínica, el que en algunos pacientes se evidencia una rápida progresión de la enfermedad hepática o fibrosis en pocos años, como ocurre en portadores del genotipo 3, o en los pacientes con coinfección con el VIH o en aquellos que consumen alcohol u otras sustancias tóxicas

En definitiva, es mucho lo ganado y en poco tiempo, pero se debe seguir avanzando en términos de prevención, detección precoz y acceso al tratamiento a colectivos menos favorecidos, como son los pacientes reclusos y los que carecen de inflamación hepática importante (F0-F1), pero que siguen soportando el riesgo de la progresión y propagación de esta enfermedad infecciosa viral, así como la carga psicológica de tener una enfermedad y no ser tratada con terapias al alcance, además de una importante y no medible estigmatización social.