domingo, 5 de agosto de 2012

CUANDO TE CRUZAS CON LA MUERTE






Cuatro de agosto de 2012, 8:10 minutos, en las inmediaciones del Pedruchillo, en La Manga del Mar Menor. De vuelta de rodar con mi bicicleta, portando Camel-Bag, bracelete en brazo izquierdo con IPhone conectado a Endomondo y camiseta amarillo fosforescente, casco incluido. Discurría por el borde de la carretera en sentido a Cartagena.

 Un minuto antes de la escena, un ciclista guiri me amonesta con gestos manuales desde el carril bici de enfrente conminándome a discurrir por el mismo y no ir por la carretera. Yo lo miro con extrañeza e incredulidad, pues de sobra es conocido que en el lado contrario –por donde yo discurría-no hay carril bici y solo aceras con innumerables obstáculos. Mentalmente le dije al guiri «que te den capullo, quién coño eres tú para decirme lo que tengo que hacer en mi feudo». Al fin y al cabo me conozco esa parte de la Manga como la palma de mi mano, además el tráfico es escaso a esas inoportunas horas de la mañana de un sábado y para más inri hay dos carriles para vehículos.

 Solo bastaron unos dos minutos desde que el guiri me hiciera sus señales para toparme en directo con la tragedia que obligó a pararme en seco. Un policía municipal regulando el tráfico, siete u ocho vecinos de espectadores atónitos y un ciclista yaciendo en el suelo con una brecha abierta, sin signos aparentes de vida, sangre a raudales en el suelo, tobillo izquierdo quebrado y una bicicleta-la suya- doblada como un ocho-. A unos metros más adelante el coche blanco que arrolló al ciclista.

 Mi pulso se elevó, una profunda y gélida emoción me sobrecogía, se me heló la sangre y me quedé paralizado. Al lado mío otro ciclista que miraba perplejo el espectáculo. Me dispuse en esos momentos a frenar y parar la bicicleta de forma titubeante, viendo que nadie atendía al yaciente con el fin de ver constantes y poder en su caso cambiar la posición del cuerpo y la cabeza en posición lateral para evitar el colapso de su vía respiratoria. Me bajé y coloqué de forma tímida la bicicleta en un muro. En ese momento acudía la ambulancia del 112 para asistir con urgencia al ciclista. Mis sospechas de que el paciente con un fuerte traumatismo cráneo-encefálico ya había fallecido se hicieron constar por el médico de la UME que se dispuso a tocar el pulso carotideo constatando la ausencia de latido y de respiración.

Se confirmaba la muerte del ciclista. El suceso ocurrió escasamente unos cinco minutos antes de que yo pasara por ese mismo carril.


 Me acordé entonces de las advertencias del guiri. Me acordé del capricho del destino que hizo llevarse la vida de un hombre de 53 años. Me acordé que podría ser yo la víctima por minutos. Respiré entrecortado, con una tensión fría. Sí, soy médico, pero nadie se acostumbra a la tragedia, a la muerte súbita y fría que te lleva sin explicaciones ni contemplaciones. Tras ver el resultado del accidente y la asistencia por profesionales, me dispuse a coger nuevamente la bicicleta tímidamente. Iba lento, estupefacto. Estaba triste. Pensé en este hombre y su familia. Pensé nuevamente en el ciclista guiri que me amonestaba. Pensé para mis adentros, esto es una advertencia. Me paré nuevamente y vi el primer paso de cebra para acercarme al otro lado de la acera donde había carril bici. Antes de guardar la bicicleta solo pude pensar y rezar por él.

Me dije a mi mismo que yo no podía controlar el destino, pero me vino a la cabeza en esos momentos las palabras de mi padre: « una cosa es el destino y otra distinta es forzar el destino». Ayer nací de nuevo. Nunca más-me propuse- abandonaré el carril bici. Tengo mujer e hijos.

Mis condolencias a la familia del ciclista noruego que falleció ayer.


2 comentarios:

  1. Muy emotivo Francisco.
    Siento, como cualquier otra muerte violenta o inesperada, el fallecimiento de ése ciclista y que hayas tenido que vivirlo tan de cerca.
    Un fuerte abrazo,
    Ramón J.

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  2. Un abrazo Paco. Me entristece la muerte de ese hombre pero me alegro infinito que no fueses tu el que yacia sin vida.
    Te quedan cosas por hacer y hoy disfrutaras del abrazo de tus niños un poco más que ayer. Con el miedo en el cuerpo pero con un agradecimiento por tu segunda oportunidad.
    Rezare por la familia de ese hombre y por ti. Para que pase el dolor y quede la vida. A veces el problema es que no valoramos aquello que nos es mas preciado hasta el momento que estamos a punto de perderlo.
    Gracias por compartir tu experiencia amarga.

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