Con anterioridad y en este mismo blog pudimos esbozar el
perfil de «aquellos hombres que no amaban a sus mujeres». Permítanme en un acto
de revancha emotiva y para no dejar siempre al género masculino en mal lugar,
hablar de singulares especies de mujeres qué no tienen nada de desperdicio, en
sentido figurado claro está.
Ciertamente las hay-mujeres que solo se
amaban así mismas- y el daño que hacen son de efecto retardado, de objetivos
certeros y de consecuencias inimaginables. Y no me refiero a las denominadas «sanguijuelas»,
sí, aquellas que se retroalimentan de la fama o el dinero de sus elegidos, para
mantener el careto en la primera plana del faranduleo nacional.
No, a estas tipijuelas tendremos oportunidad
de retratarlas en otro momento.
Hago referencia a las buenas y queridas
amadas que hicieron de sus casas un auténtico infierno. Estas «buenas damas» se
caracterizan tras inaugurar el lecho nupcial, por intentar romper, como primer
paso delictivo, con los lazos afectivos que sus hombres mantenían con sus familiares
más cercanos-padres, hermanos, sobrinos, etc- en un intento de controlar y
asentar quién manda en el imperio que pretenden construir, o simplemente para
no reconocer el fiasco que ellas mismas tuvieron con sus respectivas familias
en el pasado.
Estas mujeres son egocéntricas e
implacables, mantienen un corazón a prueba de flechas sentimentales, y solo
rinden pleitesía si tienen que codearse con peces gordos, de los que pueden
sacar una buena tajada.
Sus inquinas no tienen límite y el fin
máximo es el de lograr sus objetivos a cualquier precio, sin reparar en quién
cae a su alrededor, aunque sea de su propia familia.
Tienen una inteligencia sibilina muy
agudizada y plantean estrategias complejas como un buen maestro del ajedrez.
Sus tentáculos controlan a todo tipo de personas y puestos a los que pueden
acudir para pedir favores, o en su defecto, a los que chantajear o amedrentar
si la cosa se puede torcer.
Parecen tener el poder absoluto.
Prestigio, poder, dinero y fachada. Sólo tienen un problema, y que parecen
haber pasado por alto, y es que lo que han tejido a su alrededor son auténticos
escombros afectivos, de maridos o parejas aplacadas, descerebradas y
frustradas, por no hablar de familias rotas y de relaciones laborales basadas
en el vasallaje de sus súbditos.
En definitiva, o estás con ella o contra
ella, no hay puntos de discusión o de diálogo provechoso.
Mis respetos y condolencias a todas
aquellas personas que vieron perder su luz, su personalidad, su felicidad, por
toparse en sus vidas con estos auténticos agujeros negros, y que por diferentes
circunstancias no tuvieron el valor o la posibilidad de escapar al universo
infernal que ellas han ido creando en sus casas, en sus empresas, en sus
familias.
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