viernes, 25 de julio de 2014

EL GRITO DEL JOVEN DE LA CAMISETA VERDE



Obra "El grito" de Edvard Munch. 1893

El horror se puede vestir de cualquier color, incluso de verde. Nuestra piel se ha hecho de la textura de la misma piedra cuando uno enchufa el televisor y vemos cualquier conflicto bélico. Pero creo que aún no estamos preparados para ver una ejecución en directo. Todavía no. El escenario, Gaza, y el protagonista un joven –no más de 18 años- espigado, moreno con una llamativa camiseta verde bien remangada a la cintura de unos tejanos. El chaval no tuvo otra cosa que hacer que trotar entre una montaña de escombros en medio de una calle bombardeada, aprovechando un alto el fuego para intentar localizar a familiares enterrados en un mar de piedras, maderas y láminas de hierro. Detrás de él y a unos diez metros, otros voluntarios palestinos y trabajadores municipales provistos de camillas para retirar los cadáveres.

El joven de verde seguía caminando como avanzadilla de grupo entre calles y edificios derribados  y emitiendo gritos de desesperación por la probable tragedia de no encontrar a sus seres queridos. De repente, tres disparos secos de un francotirador y al menos uno hacía blanco en el joven palestino y lo dejaba en un santiamén en el suelo, con gesto de dolor, bocarriba y con fuerzas aún para levantar las manos derecha e izquierda y pedir ayuda para que lo auxiliaran entonando un «Dios mío, Dios mío, ayudadme». Los que grababan con el celular y le seguían no podían atenderlo, estaban en territorio comanche, y al descubierto, y sería un suicidio acudir hacia él. Un servidor y televidente de la macabra escena, no podía creer en este horror del propio directo. Pasaron varios e interminables segundos hasta que sobrevino un silencio sepulcral tras escucharse un cuarto disparo certero que hizo que el joven malherido emitiera un débil y extenuante grito y expirara.

Sí, un silencio del horror, que desgarra cualquier conciencia y cualquier atisbo de humanidad. Una muerte más en balde, la de un joven que buscaba a sus familiares y se quedó sin esperanza y sin proyecto de vida. Un blanco más de esta estúpida y vil guerra que cederá a un provisional alto el fuego hasta la próxima escaramuza del crónico conflicto de Oriente Medio.

Sí, «un grito del silencio» de aquellos muertos que callarán para siempre.

Dios mío y Dios mío.

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