A mi juicio,
vivir y disfrutar del verano no es sinónimo de estar apalancado en una tumbona
y dejar reposar una barriga cervecera en medio del extenuante y agotador estío.
Más bien es seguir ocupado con tareas que permitan desconectar buena parte de
nuestra computadora cerebral- que anida principalmente en el hemisferio
izquierdo- y dejar al descubierto otras habilidades que no potenciamos por
culpa de nuestra agotadora forma de vivir que obviamente no estoy dispuesto a recordarles.
Desde luego
estar en contacto con la naturaleza es un buen comienzo: bien en la montaña; al
lado de un lago; un paseo entre los árboles o por la arena mientras nos
relajamos mirando el mar azul. Tomar oxígeno, deleitarnos del estar aquí y
disfrutar del ahora es todo un lujo que no podemos ni debemos perdernos.
Practicar el deporte que abandonamos o no seguimos con constancia durante el resto
del año, aunque sea una suave caminata, es otra de las bondades que nos ofrece
esta estación. Otro aspecto importante en nuestra era tecnológica es abandonar
y/o no tocar, salvo para lo más imprescindible, nuestras tabletas y nuestros Smartphones.
Regresar aunque sean unas semanas a la era analógica tiene su gran recompensa y
les proporcionará unos beneficios en términos de salud mental y de reserva
neuronal necesarias para aguantar estoicamente los reveses y el agotamiento de
la larga temporada que se nos avecina a partir de otoño.
El retomar los
hobbies, iniciar una buena lectura, acudir al cine, disfrutar de un concierto o
de una obra de teatro, o simplemente el tener un poco de arrojo y gallardía
para buscar algo nuevo que pueda captar nuestra atención y que al mismo tiempo pueda
enriquecernos es una de las apuestas seguras para recargar pilas sin tener que
pensar o agobiarnos por la rutinaria y estresante forma de vida que la mayoría de
las personas tendrán tras el estío y a orillas del mes de septiembre.
Durante el
verano debemos explorar emociones, gustos y paladar, así como compartir los
momentos de ocio, bien en familia o con amigos. Cometemos algunos excesos y
algunos atropellos gastronómicos, pero a veces necesarios para rebajar el rigor
y las normas que nos atenazan la rutina diaria.
El verano es
tiempo de soñar, de crear, de disfrutar y de sorprenderse a uno mismo con otras
facetas o con otras tareas inexploradas y que en antaño nos creíamos del todo
incapaces por falta de tiempo o por miedos irracionales. Solo el plantearlo
puede ser el principio de una nueva senda en nuestras vidas.
Hay que
disfrutar pues de las oportunidades que nos ofrece el verano dentro de nuestras
humildes posibilidades. No olviden que en la sencillez de las cosas estriba lo
esencial para disfrutar de esta maravillosa estación.
En las
profundidades del verano admito que me pierdo y me reencuentro, reflexiono,
contemplo y sonrío. Hasta puedo escuchar la música del mar y divisar el infinito cielo
azul en el que sobrevuelan pequeñas nubes blancas.
Y uno se da
cuenta que el tiempo se estira y hasta se para.
Vivir y disfrutar es ahora veranear
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