Imagen actual del Mar Menor (julio 2016),que ofrece un aspecto verdoso y turbio
Ríos de tinta y reportajes en
todos los medios de comunicación a propósito de la cloaca fitoplanctiana en la
que hemos convertido lo que alguna vez fuera un tesoro, y que durante décadas
ya venía exclamando y solicitando ayuda, cual enfermo en fase crítica demanda oxígeno,
ventilación, antibióticos y analgesia.
Entre todos la matamos y ella
sola se murió, rezaba el refrán español, y no veo mejor ejemplo para aplicarlo que
en el de la muy enferma laguna salada marmenorense. Pero no solo deberían echar
el muerto a los “malos e indecentes agricultores que con pozos ilegales echaban
la salmuera y los vertidos cargados de nitratos a la rambla del Albujón”.
Quizás habría que plantear problemas de mayor calado y de orden suprarregional,
como el por qué no llegaba suficiente agua a los regadíos, por qué no hubo
control de los pozos ilegales, por qué la CHS se ponía de
perfil anta la evidente falta de agua en estas tierras de secano y
proliferación no controlada de regadíos, o por qué la CCAA de Murcia y las
consejerías de Agricultura y de Medio Ambiente se hicieron cómplices con su
silencio de la sucesión de delitos ecológicos en el Mar Menor.
Pero por no salvarse, no se
salvan ni los veraneantes habituales, incluido quién les escribe, quienes
habríamos puesto nuestro granito de arena, amén de nuestra ignorancia que para
nada nos exonera de delito moral ecológico, de haber expoliado el Mar Menor y sus
añorados tesoros, como al caballito de Mar, al cangrejo del Mar Menor, las
chirlas, los bancos de mújoles, langostinos, salmonetes, doradas, caracolas,
etc..
Ejemplar del caballito de mar en el Mar menor
La decadencia de la laguna del
Mar Menor es proporcional al grado de incompetencia de nuestros dirigentes y al
grado de ignorancia y falta de cultura de protección medioambiental ciudadana, a
lo que deberíamos sumar la sucesión de delitos ecológicos bajo el plácet de las
administraciones regionales y ministeriales responsables, de lo que pudiera
deducirse una conducta prevaricadora por omisión o inacción, al no haber
regulado de un lado la actividad agrícola ilegal y el control de sus vertidos
al Mar Menor, y de otro, por no haber
acometido las medidas preventivas que regulaban las distintas formas de protección
medioambiental del que goza el Mar Menor. La falta de liderazgo político, sumada
a la presión de los diferentes lobbies agrícolas y turísticos solo hizo el
resto.
Vertidos en la desembocadura de la rambla del Albujón al Mar Menor
La paradoja es que ha sido
necesario que hablara nuevamente el Mar Menor en su lecho de muerte con la aparición
de esta segunda plaga de microalgas, - la primera fue la invasión de las
medusas y no escuchamos ni entendimos bien el mensaje- para que identifiquemos
a nuestra laguna como la gran «sopa verde» turbia litoral de Europa, impacto
mediático este que con toda seguridad catalizará y hará de efecto booster de
los planes de regeneración que, in extremis y de forma imperiosa impulsarán nuestros
queridos representantes políticos. Lo malo es que ya no sabemos si esto es un
segundo toque de atención de la madre naturaleza o simplemente debemos
prepararnos para expiar nuestros pecados con otro siniestro funeral ecológico
de la mano del hombre.
Francisco Vera
Francisco Vera
.
Esperemos que se pueda hacer algo. Y que a partir de ahora nos conciencemos más.
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